¿Compramos lo que realmente queremos o lo que nos hacen creer que debemos tener?

En el año 1952, Hawkins Stern un economista, denominó un fenómeno como “Compras por impulso”.

Este impulso se desencadena cuando un comprador ve determinado producto por primera vez y a su vez visualiza la necesidad de tenerlo.

Esto fundamenta que los compradores no compran productos por la necesidad de tenerlos, si no por la forma en cómo se presentan.

Los artículos que son “más” comprados tienden a posicionarse a la altura de los ojos, los productos más caros en lugares más fáciles de alcanzar y los más baratos en lugares difíciles de alcanzar.

Entre más accesible es un producto, más son los deseos de adquirirlo.

Las personas que consumen Starbucks, lo hacen porque hay uno en cada esquina, si bien nos gusta sentir que tenemos el control y la opción de decidir, pero el realidad nuestras acciones son moldeadas por opciones obvias y disponibles.

Si bien cada uno de nosotros tiene un diferente filtro de cómo percibe el mundo y las necesidades de cada quién, pero ¿Qué opinas tú?

Sofía Casas