En el año 86 tenia 7 años… y los recuerdos que tengo de esa época en relación al mundial son a la vez fuertes y borrosos. Poco entendía del fútbol como deporte, de la sociedad en la que vivía, del contexto… nada o casi nada sabía.. de la guerra esa horrible que hubo en la que murieron tantos chicos… y algo sabía (porque pegó cerca y muy fuerte) de la dictadura que había desolado al país años atrás… pero insisto tenía 7 años… y saber no es entender.
Pero sí recuerdo que era de las primeras veces que veía a mi entorno (familia y amigos de la familia – todos adultos) que nunca fue muy futbolero… enloquecer, explotar de alegría, desaforarse amorosamente, salirse de sus moldes por un rato. Durante un tiempo el que duro ese mundial había algo que desbordaba la normalidad, que hacía vibrar las casas, los corazones, gritar, saltar y abrazar a la gente… a toda la gente. A esa gente que era más de hablar pausadamente, de cine, de libros, de psicología, intelectuales, artistas. Gente a quien yo en mis 7 años nunca había visto festejar, ni gritar, ni saltar, ni mucho menos llorar… o muy poco.
Tampoco había visto las calles así ni la gente así… Y aparentemente había un responsable muy directo de esa fiesta repentina, hermosa, un genio, un héroe o algo así… que había hecho un gol imposible… otro con trampa.. también imposible… dejando afuera de mundial a la potencia enemiga… a los malos (pero es solo un deporte).
Pero él era como un prócer, un capitán que convenció a todos que eran los mejores… primero a sus propios compañeros, después a su propia gente y finalmente al mundo.
Eso se sentía cada vez que hablaban de él. Pasó el tiempo (poco y mucho)…
Y ya en los 90… vino otro mundial… con la promesa (implícita) de volver a vivir esa fiesta… de que esa magia que transformaba a la gente.
Volvía esa especie de locura sanadora que une los corazones…
y yo me preguntaba (¿porqué pasa esto con el futbol y porqué este capricho de que sea sólo cada 4 años?¿porqué no podemos vivir siempre así?).
Pero yo todavía era un chico.. saber no es entender… y hay cosas que no se explican. En el mundial 90 Argentina anduvo a los tropezones pero no nos importo; juntamos figuritas… llenamos álbumes… sufrimos con la fractura de Pumpido quedamos afónicos con los penales de Goyco… lloramos… odiamos a Codesal por el penal a Troglio
y nos amargamos con un segundo puesto que sentimos como la injusticia misma encarnada.
Y el capitán, el héroe.. empezó a hacerse de carne y hueso… las fiestas se terminaban cada vez mas rápido… y la vida siguió. Un mundial 94 donde la FIFA nos cortó las piernas a todos.
Argentina y nuestro tango eterno.
Vino la adolescencia.. la adultez… y la realidad cada vez más y más real…
ahora a mis 41… resulta que ese héroe… ascendido a D10S… (¿quién puede cargar ese peso tanto tiempo?)
no está mas entre nosotros…
Y si bien no soy un gran futbolero… y entiendo a aquellos que incluso les cae mal… porque toda luz tiene oscuridad y este tuvo demasiado de todo.
Aunque no me considero tampoco un enfervorecido apasionado de Maradona, sinceramente siento un vacío enorme… La partida física de Maradona es en gran parte la aceptación de un fin.
Hacia afuera y hacia adentro de cada uno de esos corazones que se iluminaron y sufrieron por y con él.
Y estoy hablando de millones de corazones incluido el mío.
Siento que con el de van… esos recuerdos de familias abrazadas, esas calles llenas de papelitos, esas figuritas, ese pedazo de infancia, esa fiesta…
Se llevaron la pelota… se termino el partido.
Y duele. Por todo eso que me hiciste revivir y por lo corazones que iluminaste en todo el planeta.
Gracias Diego.